El Sendero

Ella despertó en medio de un campo de trigo, parecía media tarde, el sol brillaba con una luz dorada que iluminaba el cielo, comenzó a caminar, la noche llegó y atravesó un valle que parecía nunca terminar, se enfrentó a las sombras que su luna le proyectaba, sintió miedo al descubrir otras partes de sí misma.

Cuando al fin salió de ese valle oscuro, encontró la fría mañana entre la nieve, a lo lejos halló una cabaña en la que se refugió, no necesitaba nada allí, simplemente debía cuidar la cabaña; tenía tanto tiempo para ella, tejió, cocinó, leyó pero un día descubrió que la nieve comenzaba a desaparecer, estaba feliz de ver de nuevo brillar el sol pero tenía miedo de salir de ese lugar tan acogedor, finalmente un día retomó el camino.

Conforme caminaba iba notando las flores crecer, el calor más intenso y la brisa suave jugar con su cabello, con tanta belleza se sentía lista para conocer más, todo parecía tan vibrante, que le hablaba: los árboles, las aves, el pasto, el mar, las nubes, todos parecían tan felices por el simple hecho de existir.

Al pasar del tiempo las noches se volvían más calurosas y solitarias, pensaba ¿Cómo sería volar con alguien como las mariposas o las aves? ¿Cómo sería despertar con alguien y conquistar el mundo? ¿Cómo serían las noches? Deseó tanta compañía, que una noche apareció entre la luz de la luna llena esa persona que le acompañó, pero sólo por un tiempo.

Un día despertó sola, supo que, si se quedaba ahí tarde que temprano moriría, así que tomó lo que le servía, lo que la ayudaría y siguió caminando, disfrutando de la luz del señor sol, siguió y siguió hasta que de pronto la tarde llegó de nuevo, se encontró en un valle muy similar a aquel valle sombrío, pero este se veía aún más oscuro, se quedó más tiempo ahí, analizando cada paso que daba, pensando en los lugares y emociones que había experimentado y todos los aprendizajes que se quedaron.

Al salir de este valle, se dio cuenta que todo se repetiría pero que estas idas y vueltas la hacían ir más ligera pero más sabia, cada vez más experta de sí misma. Sus ropas, su piel, su carne se desprendía, ahora era posible ver su propio espíritu y su sombra a la vez.

Autor: Flordairam Cruguer / Abril 2023

Comparte este artículo