De Eclipses y la Sabiduría del Cuervo: no todo lo que brilla es oro.

Es un tiempo especial cuando tenemos la bendición de recibir un eclipse.

Hoy estamos muy obsesionados con el análisis astrológico de estos fenómenos, pero para la antigua tradición esto no era lo importante, ni siquiera era algo considerado posible, pues los eclipses no eran vistos como espacios de entendimiento consciente, sino como momentos de reverencia que nos permiten volar, como los pájaros, a través del tiempo, de nuestra vida, del alma y de la existencia.

¿Qué hacer o cómo comportarnos durante los eclipses? Creo que la respuesta es compleja, pues es otra pregunta, y una particularmente complicada: ¿cómo cerrar nuestros ojos y girar la visión hacia adentro?

Los tiempos de eclipse son para honrar lo que podemos ver y lo que no podemos ver, para reconocer la existencia de la consciencia y la inconsciencia; entendiendo que, para nuestros ancestros, la noche era tan reveladora como el día. Durante esta temporada podemos mirar aspectos de la realidad que, en el día a día, pasan desapercibidos, pues la luz también desorienta.

Los eclipses nos dan la oportunidad de liberar y soltar viejas visiones de nosotros mismos y de los otros, de reconocer las certezas que nos dejan impotentes e incapaces de movernos, nos traen la posibilidad de entender aquello que nos ciega; el brillo que nos mantiene en ilusión.

Lo mejor que podemos hacer entonces durante un eclipse, es postular preguntas, no buscar respuestas, y dejarnos sostener por la oscuridad, que es el principio de la vida, desde donde el latido de la Gran Madre nos acoge; la oscuridad nos gesta, sostiene al mundo y a las estrellas, y uno de sus más fieles símbolos es el silencio.

Y ya que los eclipses son vueltas simbólicas al Gran Útero Cósmico, su función, desde la visión antigua, es disolver cualquier rigidez, pues todo lo que se vuelve demasiado estricto carece de movimiento, y nada en la existencia, como reza el principio hermético, está fijo; todo está siempre en cambio y en evolución.

Las siguientes preguntas son igualmente válidas ante cualquier eclipse:

• ¿Qué visiones deben ser soltadas para poder caminar con el ritmo de la vida?
• ¿Qué suposiciones tienen mi energía cautiva e imposibilitada de movimiento?
• ¿Qué prejuicios me ciegan y no me dejan verme ni ver a los demás como son?
• ¿Qué miras? ¿Qué captura tu visión para mantenerla angosta y corta en vez de darle apertura?

No intentes controlar los eclipses, ni su acción en ti, es imposible. Preocuparnos por el futuro, suponiendo constantemente cómo será es otra forma de ceguera, de exceso de apego al brillo de la ilusión, de lo obvio, de lo revelado; el futuro no existe, se desenvuelve.

Honra la visión nocturna, viaja con el eclipse, que une luz y oscuridad en ti. Honra lo incognoscible y pasa estos días reverenciando al gran misterio de lo desconocido, crea una relación con lo desconocido; la grandeza de lo posible es mucho más grande que nuestra comprensión. Recuerda que, donde no hay certezas, las posibilidades son infinitas.

Atrévete a materializar tu visión, sabiendo que te atraviesa, que llega a través de ti y a pesar de ti, que es una llamada de las entreñas de la vida, que requiere el discernimiento de qué es útil y qué ya no…

Autor: Ximena Pernas / Abril 2023

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